CUATRO SEÑORAS CON UN PAR DE….DE ESO
(Reseña
literal del artículo publicado en el “Libro de las Fiestas de Candeleda de
2001”)
La historia que os cuento se remonta a
bastantes años atrás. Concretamente al año 2001. En dicho año se celebraba la
Semana Santa, pues como se ha celebrado en Candeleda siempre: unas veces con
más y otras con menos. Me refiero a colaboración de los cofrades, hermanas y
hermanos. Pero el año de 2001……
“Había empezado el año 2001, primero del III
Milenio según unos, segundo al decir de otros, que este escritor aún no está
seguro.
Este año entró lloviendo, ¡Vamos si llovía! A
cántaros, y como dice el cantar:
Agua menudita lleve,
pronto caerán las canales,
ábreme la puerta niña,
que soy aquél que tú sabes.
Se pasó la Candelaria, se pasó San Blas y
vino la Semana Santa. Se presentaba la Semana Santa pasada por agua. El 8 de
abril fue Domingo de Ramos. El Jueves Santo y el Viernes Santo cayeron el día
12 y 13, respectivamente.
La Hermandad de la Santa Vera Cruz celebró su
cabildo Ordinario, donde quedarían organizados los actos propios y procesiones,
oficios, etc., de la citada Semana. Antonio Hornero, a la sazón Secretario de
la Cofradía, iba desgranando la reunión con los temas del orden del día. Llegó
el momento de organizar la “Guarda del Monumento”:
“Voluntarios
para la Guarda del Monumento“, pidió Antonio.
Había gente en la reunión. No mucha, la
verdad sea dicha. Al parecer las cosas serias de nuestro pueblo, mantener esas
tradiciones seculares de las que luego nos gusta presumir, no van con nosotros.
Las cosas de unos cuantos anclados en el pasado que, bueno, está bien. Pero no
es cosa nuestra.
Algunos miraban al techo: qué artesonado más
bonito tiene la Iglesia de Candeleda, no lo habían visto bien antes.
Otros miraban el mural de la cerámica: qué
retablo más original, y no nos habíamos fijado en la historia que cuenta.
Los demás miraban las puertas laterales: la
que da al antiguo camposanto es preciosa. Qué arco más bien hecho. Antonio
miraba hacia la puerta de entrada principal, la vista un poco perdida. “No
me deben de haber oído”, pensó.
¡¡Voluntarios para la Guarda del Monumento!!,
repitió con voz sonora, que retumbó en las columnas de la Iglesia.
Don Eladio, el párroco, que parecía dormitar
en un sillón delante del altar, pegó un respingo.
¡Don Eladio, perdone usted!
Sí le habíamos oído, ¡vaya si le habíamos
oído todos! Más silencio.
¡¡Bueno, pues este año no habrá Guarda del
Monumento!!, volvió a decir Antonio, cerrando la reunión.
A este escritor se le cayeron un poco encima
el artesonado de la Iglesia, el mural, los bancos. Qué pena, con nuestra
actitud habíamos matado de un golpe una de las bellas tradiciones candeledanas:
la Guarda que ante el Monumento del Santísimo se hace por los candeledanos, espada
y lanza en ristre, velando y defendiendo la Sagrada Forma allí expuesta.
El día Jueves Santo se iba a trasladar el
Santísimo para ser expuesto en el Monumento. Sería la primera vez en la
historia conocida de Candeleda, que no tendría Guardia de Honor. Qué se le iba
a hacer, velay. Don Eladio, después del Santo Oficio, se dispuso para realizar
el traslado.
¡¡Pon,
Pon, Pon!!, se oyeron tres fuertes golpes en la puerta principal. ¿Quién se
atrevería a venir a prender al Santísimo?
Se abrió la puerta y entró la Guardia de
Honor del Monumento.
¡¡Sí
había Guardia de Honor!!
Y vaya Guardia de Honor. Cuatro “SEÑORAS”, elegantemente vestidas de
negro, empuñando la lanza y la espada avanzaban valientemente hacia el Altar.
Los que allí estábamos no dábamos crédito a nuestra vista.
No sé que pasaría por la mente de los
presentes en el “Santo Oficio” de aquel Jueves Santo de 2001, pero por la mía
pasó una sensación de cobardía, de falta de valor y entrega para lo
nuestro..…Qué sé yo lo que en ese momento pensé.
Pero allí, avanzando por el pasillo central,
cuatro SEÑORAS, con temple de acero, empuñaban las armas del valor, de la fe,
del amor a lo nuestro, en una soberbia lección, mientras daban escolta al
Santísimo.
Allí, Cesárea Grande García, María Gómez
Blázquez, Leonor Infante Custodio y Pilar Sánchez García, cual resueltas
Agustinas de Aragón, llevaron al Santísimo a su sitio en el Monumento
salvaguardando el honor de la bonita tradición de Candeleda, mientras los
hombres mirábamos al suelo, porque era difícil soportar la mirada de aquellas
cuatro mujeres, que con su actuación habían demostrado cómo se quiere a
Candeleda, cómo se quiere a lo nuestro.
Ante hechos como este, lo demás es un cuento,
palabrerías o, simplemente, ¡falta de…de
eso!
A vosotras, Cesárea, María, Leonor y Pilar, ¡que Dios os lo pague con creces!
Ramón
Lorente“
NOTA: Ha
llovido desde aquel 2001. La Muy Antigua y Verdadera Cofradía de la Santa Vera
Cruz de Candeleda sigue siendo la misma, pero ahora, y gracias al ejemplo de personas
como las que se citan en este artículo, los cofrades, Hermanas y Hermanos,
asumen con orgullo todas las actividades que la Cofradía viene desarrollando,
cada vez con mayor volumen, y con una organización ejemplar.
Hoy, al mando de su “alférez”,
nuestro buen amigo Luís Sánchez (fofito), la escuadra de honores del Santísimo,
cada Viernes Santo, realiza la inmemorial tradición de “rendir honores y hacer
guardia” al “Santísimo”, como ”Guardas del Monumento”, en su
traslado y exposición en el “Monumento”
que se levanta cada Semana Santa en la iglesia parroquial de Candeleda.
Y algo queda probado
sobradamente: en la Vera Cruz de Candeleda tanto monta la hermana como el hermano.
Ramón Lorente De la Luna
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