EL BOSÓN DE LA CREACIÓN
CANONIZACIÓN DE JUAN XXIII Y JUAN PABLO II
Ramón Lorente De la Luna
Hoy las
ciencias adelantan que es una barbaridad, que es una brutalidad, como decía D.
Hilarión, en la bonita Zarzuela de “La Verbena de la Paloma”.
Hace pocos
meses los científicos descubrieron la partícula de la Creación: el famoso
“Bosón” de Higg, una partícula que explicaría el origen del Universo. Meses
después descubrieron el más famoso “Eco” de la Creación. La onda expansiva de
un diminuto puntito que en menos de un segundo adquiriría una dimensión
infinita.
Ambos
descubrimientos ya están contenidos en la Biblia (Génesis): “Al principio creó
Dios el cielo y la tierra”.
Jesucristo
dijo (Parábola del grano de mostaza): “Veis ese grano de mostaza, pues de una
partícula tan ínfima saldrá un enorme árbol”.
Pues el
“Bosón” no es ni más ni menos que el compendio de todas las leyes universales
que dieron origen al portento de la Creación.
En una
partícula tan ínfima como el grano de mostaza estaba contenido todo. Desde las
leyes más complejas de creación de la materia, hasta las más singulares y
perfectas de su control y regulación.
¿Cuántas de
esas leyes ha descubierto le humana gente? Muy pocas. Dios en su obra, ya dejó
escrito en indeleble tinta, que el hombre iría adquiriendo su sabiduría a
través de los tiempos.
Y en eso
debemos estar seguros, que en el espacio infinito no está solo el hombre. El
hombre no es ni más ni menos que una de las infinitas formas de vida, Eso sí,
con unos condicionantes en cuanto a criatura, que le diferencian de las demás
criaturas hasta ahora conocidas.
Viene este
mi comentario, hoy, 27 de abril de 2014, día en que el Papa de los cristianos
católicos, Francisco, eleva a los altares, con la dignidad de santos, a otros
dos papas muy cercanos a nuestro tiempo, el papa Juan XXIII, y el papa Juan
Pablo II.
Dos hombres
de la Iglesia universal, dos buenas personas, que en su vida supieron estar
cerca del Creador, y entendieron sus leyes divinas de amor y paz entre la raza
humana.
Como también
esas buenas personas que llamamos sabios, buscan la razón compleja y delicada
de entender la infinita obra de Dios.
Y ambas
ramas van paralelas, pero no pueden subsistir la una sin la otra. Al final,
ambas convergerán en un sólo punto, cuando se llegue a comprender la verdadera
dimensión del Creador. Pero deberán pasar muchos siglos.
Pues hoy, en
este abril de primavera radiante, estamos más cerca de entender uno de los
misterios más profundos de la Creación: el misterio del amor infinito de Dios
para con la humana raza.
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